Mientras escuchaba la imputación, una enumeración de perversos episodios, miraba al piso, a las paredes, al techo. Sus ojos nunca se posaron en los de las personas que lo acusaban. "Soy inocente", contestó cuando le preguntaron si tenía algo para decir. Y hasta allí llegaron sus palabras.
Aunque lo señalaron como el violador serial -ese hombre que raptó al menos a seis niñas a lo largo de dos años y medio- la experiencia no le resultó novedosa: hace más de dos décadas, cuando tenía sólo 17 años, lo investigaron en el marco de una causa sobre abuso sexual. Y en 2007, pocos meses antes de que se perpetraran los terribles ataques, se le imputó el mismo delito. En ambos casos, sin embargo, la Justicia no encontró pruebas para condenarlo. ¿Terminará, nuevamente, su nombre confinado a los archivos tribunalicios? Una muestra de sangre del sospechoso ya viajó rumbo a los laboratorios de Buenos Aires. En días se sabrá la respuesta.
El imputado es el tercero en edad de cuatro hermanos. El cromosoma "Y" del patrón genético de todos ellos se corresponde con el del violador serial. Así, cualquiera podría ser el buscado delincuente. Pero, aunque él no quiera verlos a los ojos, los investigadores ya le clavaron la mirada.
Tiene 38 años y una historia de vida agitada. En 1989 entró por primera vez a una oficina judicial como imputado. Sólo eso se conoce por ahora de aquella causa sobre abuso sexual, que quedó archivada en el Juzgado de Instrucción de la III Nominación. También figura el nombre de la denunciante. La Policía fue a buscarla, pero no la encontró. Así, sin el expediente, será muy difícil que se puedan obtener más datos sobre ese episodio.
En septiembre de 2007 se volvió a escuchar su nombre en Tribunales. Dos mujeres denunciaron que, en un boliche del Abasto, tres muchachos se acercaron y les convidaron un trago. Horas después, las jóvenes se despertaron en una casa de El Manantial. Todos los hombres habían mantenido relaciones sexuales con ellas. Pero las versiones sobre el encuentro eran absolutamente disímiles: mientras los individuos aseguraban que todo había sido consentido, las mujeres afirmaban que habían sido drogadas y violadas. Nada de esto último se pudo probar.
En julio, luego de un complejo juicio oral, los miembros de la Sala VI de la Cámara Penal absolvió a los tres acusados en un fallo dividido, pues dos de los jueces consideraron que no había pruebas suficientes para dar una condena, aunque la restante opinó que sí.
La fiscala de Cámara, Juana Prieto de Sólimo, había pedido una pericia genética antes del debate. Ese examen, finalmente, reveló que uno de los acusados -el que tienen en la mira los investigadores- tenía el mismo patrón genético del violador serial. El expediente iniciado a raíz de la denuncia de las dos jóvenes ahora está camino a la Corte Suprema de Justicia, pues Prieto de Sólimo apeló la sentencia.
Su forma de vida
Los policías de la División Homicidios y Delitos Complejos, a cargo de los comisarios Miguel Gómez y Hugo Cabeza, realizaron una minuciosa investigación sobre el sospechoso. Así, por ejemplo, se supo que trabaja como albañil. Vive en la zona de Santa Bárbara, junto a una mujer y un niño de dos años. Se mudó allí luego del escándalo de El Manantial, pues antes tenía fijado domicilio en Villa Mariano Moreno, con otra pareja y un hijo de seis años.
Y allí es donde comienzan a surgir varios de los indicios que dejaron azorados a los investigadores.
Estuvo en un calabozo entre septiembre y diciembre de 2007 por la denuncia de las jóvenes que había conocido en el boliche. Dos meses después de que salió en libertad, el violador serial atacó a su primera víctima: una niña de ocho años de barrio San Cayetano.
Los expertos tampoco dejan de lado el radio de acción del delincuente. En un primer momento, se movió por la zona sur de la provincia. Pero también lo hizo por Yerba Buena, en Lastenia y, más tarde, apareció en Villa Luján. Los investigadores no descartan que haya conocido esos lugares por motivos laborales: debido a su profesión, recorría varios puntos de la provincia.
¿En qué se movilizaba el acusado? Hasta hace un tiempo, afirman desde la Policía, tenía una Zanella 50 cc. El mismo modelo que utilizaba el serial en algunos casos. En otros, raptó a las menores en bicicleta. ¿Pero qué ocurrió con esa moto? "Eso es algo que sólo él puede explicar", dijo un investigador.
Otra pista que los policías no dejan de lado es el identikit. Ellos afirman que el rostro del hermano señalado es, justamente, el que se parece al retrato hablado esbozado sobre la base de las descripciones que aportaron las víctimas y una testigo.
Mientras tanto, la fiscala Adriana Giannoni, quien tiene en sus manos todas las causas, ordenó que los cuatro imputados sean sometidos a una extracción de sangre en las oficinas de la Policía Científica. Esas muestras serán cotejadas con el ADN del violador serial. "Eso revelará cuál es la situación. No se debe olvidar que ya hubo varios detenidos en el marco de esta causa, y finamente ninguno era el individuo que se buscaba. Mis defendidos, por eso, mostraron la mejor predisposición para que se hicieran estos estudios, Todos niegan cualquier relación con los hechos que se les imputan", dijo el abogado Mario Mirra.
Según fuentes cercanas a la causa, otros elementos deben acompañar el informe genético, que recién estará listo en algunos días. En un trabajo conjunto entre la División Homicidios y el ayudante fiscal, Carlos Bustos Morón, se tratará de reunir más evidencias que permitan construir el complejo rompecabezas. "Hasta ahora, todas las piezas encajan", aseguran quienes llevan adelante la pesquisa. Además, están analizando la posibilidad de realizar un perfil psicológico de los imputados para ver si alguno coincide con el del delincuente. El hermano que estuvo preso por el caso de El Manantial ya tiene uno hecho: "es instable emocionalmente, con problemas en el manejo de los impulsos".
Aunque lo señalaron como el violador serial -ese hombre que raptó al menos a seis niñas a lo largo de dos años y medio- la experiencia no le resultó novedosa: hace más de dos décadas, cuando tenía sólo 17 años, lo investigaron en el marco de una causa sobre abuso sexual. Y en 2007, pocos meses antes de que se perpetraran los terribles ataques, se le imputó el mismo delito. En ambos casos, sin embargo, la Justicia no encontró pruebas para condenarlo. ¿Terminará, nuevamente, su nombre confinado a los archivos tribunalicios? Una muestra de sangre del sospechoso ya viajó rumbo a los laboratorios de Buenos Aires. En días se sabrá la respuesta.
El imputado es el tercero en edad de cuatro hermanos. El cromosoma "Y" del patrón genético de todos ellos se corresponde con el del violador serial. Así, cualquiera podría ser el buscado delincuente. Pero, aunque él no quiera verlos a los ojos, los investigadores ya le clavaron la mirada.
Tiene 38 años y una historia de vida agitada. En 1989 entró por primera vez a una oficina judicial como imputado. Sólo eso se conoce por ahora de aquella causa sobre abuso sexual, que quedó archivada en el Juzgado de Instrucción de la III Nominación. También figura el nombre de la denunciante. La Policía fue a buscarla, pero no la encontró. Así, sin el expediente, será muy difícil que se puedan obtener más datos sobre ese episodio.
En septiembre de 2007 se volvió a escuchar su nombre en Tribunales. Dos mujeres denunciaron que, en un boliche del Abasto, tres muchachos se acercaron y les convidaron un trago. Horas después, las jóvenes se despertaron en una casa de El Manantial. Todos los hombres habían mantenido relaciones sexuales con ellas. Pero las versiones sobre el encuentro eran absolutamente disímiles: mientras los individuos aseguraban que todo había sido consentido, las mujeres afirmaban que habían sido drogadas y violadas. Nada de esto último se pudo probar.
En julio, luego de un complejo juicio oral, los miembros de la Sala VI de la Cámara Penal absolvió a los tres acusados en un fallo dividido, pues dos de los jueces consideraron que no había pruebas suficientes para dar una condena, aunque la restante opinó que sí.
La fiscala de Cámara, Juana Prieto de Sólimo, había pedido una pericia genética antes del debate. Ese examen, finalmente, reveló que uno de los acusados -el que tienen en la mira los investigadores- tenía el mismo patrón genético del violador serial. El expediente iniciado a raíz de la denuncia de las dos jóvenes ahora está camino a la Corte Suprema de Justicia, pues Prieto de Sólimo apeló la sentencia.
Su forma de vida
Los policías de la División Homicidios y Delitos Complejos, a cargo de los comisarios Miguel Gómez y Hugo Cabeza, realizaron una minuciosa investigación sobre el sospechoso. Así, por ejemplo, se supo que trabaja como albañil. Vive en la zona de Santa Bárbara, junto a una mujer y un niño de dos años. Se mudó allí luego del escándalo de El Manantial, pues antes tenía fijado domicilio en Villa Mariano Moreno, con otra pareja y un hijo de seis años.
Y allí es donde comienzan a surgir varios de los indicios que dejaron azorados a los investigadores.
Estuvo en un calabozo entre septiembre y diciembre de 2007 por la denuncia de las jóvenes que había conocido en el boliche. Dos meses después de que salió en libertad, el violador serial atacó a su primera víctima: una niña de ocho años de barrio San Cayetano.
Los expertos tampoco dejan de lado el radio de acción del delincuente. En un primer momento, se movió por la zona sur de la provincia. Pero también lo hizo por Yerba Buena, en Lastenia y, más tarde, apareció en Villa Luján. Los investigadores no descartan que haya conocido esos lugares por motivos laborales: debido a su profesión, recorría varios puntos de la provincia.
¿En qué se movilizaba el acusado? Hasta hace un tiempo, afirman desde la Policía, tenía una Zanella 50 cc. El mismo modelo que utilizaba el serial en algunos casos. En otros, raptó a las menores en bicicleta. ¿Pero qué ocurrió con esa moto? "Eso es algo que sólo él puede explicar", dijo un investigador.
Otra pista que los policías no dejan de lado es el identikit. Ellos afirman que el rostro del hermano señalado es, justamente, el que se parece al retrato hablado esbozado sobre la base de las descripciones que aportaron las víctimas y una testigo.
Mientras tanto, la fiscala Adriana Giannoni, quien tiene en sus manos todas las causas, ordenó que los cuatro imputados sean sometidos a una extracción de sangre en las oficinas de la Policía Científica. Esas muestras serán cotejadas con el ADN del violador serial. "Eso revelará cuál es la situación. No se debe olvidar que ya hubo varios detenidos en el marco de esta causa, y finamente ninguno era el individuo que se buscaba. Mis defendidos, por eso, mostraron la mejor predisposición para que se hicieran estos estudios, Todos niegan cualquier relación con los hechos que se les imputan", dijo el abogado Mario Mirra.
Según fuentes cercanas a la causa, otros elementos deben acompañar el informe genético, que recién estará listo en algunos días. En un trabajo conjunto entre la División Homicidios y el ayudante fiscal, Carlos Bustos Morón, se tratará de reunir más evidencias que permitan construir el complejo rompecabezas. "Hasta ahora, todas las piezas encajan", aseguran quienes llevan adelante la pesquisa. Además, están analizando la posibilidad de realizar un perfil psicológico de los imputados para ver si alguno coincide con el del delincuente. El hermano que estuvo preso por el caso de El Manantial ya tiene uno hecho: "es instable emocionalmente, con problemas en el manejo de los impulsos".